Beatriz Hernández, la judoka más laureada de Anaitasuna: «Salgo a competir con las mismas ganas, la misma energía y la misma ilusión»
Pasó nueve años alejada de los tatamis por una lesión, pero asegura ahora que lleva el judo tan dentro que no habrá nada que la aparte de él
A Beatriz Hernández Alegría (Pamplona, 16-08-1978), el judo la conoció a los seis años. El antiguo entrenador de este deporte en Anaitasuna, Alfonso Martínez, entró con una compañera a su colegio, en el que dieron dos opciones a los estudiantes. «En horas escolares, vais a tener que hacer gimnasia rítmica o judo», les expusieron. Hernández no tuvo que pensárselo. «Soy un bicho -reconoce-, así que me lancé al judo. Cuando fue creciendo, el colegio se le quedó pequeño, y Martínez le aconsejó que entrara en Anaitasuna. Así lo hizo.
Más de tres décadas después, esta pamplonesa puede presumir de contar con el palmarés más importante de toda la sección de Judo de la S.C.D.R. Anaitasuna. Sus logros no dejan a nadie impasible: tres bronces en el Campeonato de España cuando era una niña (infantil en 1992, cadete en 1994 y júnior en 1996), una medalla de plata en el Campeonato de España sénior de 1997 (-66 kilos), otra de bronce en el mismo torneo en el 2012 (-70 kilos), un bronce en el Campeonato del Mundo Máster del 2014 (-70 kilos) y un oro en la Copa de España de Veteranos del pasado año 2022.
«Una vida larga en el judo; en realidad, toda mi vida», confiesa. Sin embargo, en esa larga trayectoria vinculada a este deporte, hay una zona oscura de nueve años, tiempo en el que tuvo que alejarse de los tatamis. «En mis técnicas, acostumbraba mucho a cargar al contrincante, por lo que mi espalda se resentía. Yo estaba en ese momento dentro de la selección española, con muchos entrenamientos y mucha carga de trabajo, y la espalda me empezaba a doler bastante. Fui a mirármela y me salió como un inicio de una hernia discal, que se llama protusión. Por ello, me aconsejaron que no hiciera más judo«, relata.
Al principio, Hernández seguía yendo a entrenar y aprovechaba el tiempo para estar con los judokas más pequeños, sin hacer prácticas fuertes. «No era lo mío, así que lo dejé. Me desvinculé totalmente», manifiesta. Tanto que apunta que «si salía alguna noticia de judo en la televisión, enseguida la apagaba, porque me echaba a llorar. Era muy duro».
En ese tiempo, comenzó a hacer pilates y a acudir al gimnasio para realizar core, antes de empezar en el fútbol. «Pero, en esa época, me pasó algo en mi vida que me hizo ver que necesitaba un aliciente. Me veía fuerte y bien, y notaba que no me dolía nada, por lo que regresé al judo. Y estoy muy contenta de haber tomado esa decisión«, expone.
A su juicio, el judo no se trata solo de un deporte, sino que contiene una impronta educacional muy positiva para la persona. Además de ello, en su caso particular, le sirve para liberar su energía. «Soy una persona muy nerviosa y, gracias al judo, puedo enfocar mi nerviosismo. Es como un desfogue que me ayuda a centrarme», resalta.
Pero de entre todos los valores que se suelen asociar al deporte en general y al judo, concretamente, Hernández se queda con el respeto: «Desde muy pequeños, a los niños se les enseña el saludo al entrenador, al tatami, al dojo (el espacio donde se realiza el judo). Aprenden a respetar todos los elementos, lo que es muy importante para su formación«.
QUITARSE LA ESPINA
Si repasa todos sus éxitos deportivos, valora que todos ellos fueron importantes. No obstante, se queda, sobre todo, con uno de ellos. «Cuando en el 2010 regresé después de pasar nueve años fuera del judo, acudí al Campeonato de España en el 2011, en el que no conseguí nada, y al año siguiente, a pesar de no haber entrenado mucho o de no haberme preparado a conciencia para el nivel de una prueba nacional, vi que tenía muchas ganas, así que volví a ir. Y regresé con una medalla de bronce. Eso fue como sacarme una espinita que tenía clavada desde hacía mucho tiempo. Porque, además, cuando lo tuve que dejar, yo estaba en lo alto», rememora.
«Ahora cada vez más se ve que el deporte está en auge en la gente mayor, que lo practica de manera constante. En mi caso, el deporte es algo tan importante en mi vida que el dejarlo no me cabe en la cabeza», afirma. «Los demonios me suelen decir que pare, pero no puedo hacerlo, lo llevo demasiado dentro. Me da más de lo que me quita. Y aunque estoy en una época en la que encadeno lesión con lesión, no me pienso rendir», asegura.
Puede que, por fuera, el cuerpo no sea el mismo y se sufran más los contratiempos de las lesiones, pero Hernández nota que, en su interior, nada ha cambiado. «Conforme vas creciendo, aprendes ciertas cosas que, a lo mejor, de cría no eres capaz de ver. Pero yo me noto igual cuando piso ahora un tatami para competir. Tengo las mismas ganas, la misma energía, la misma ilusión. Y eso es muy importante para seguir«, sentencia.
La próxima cita en la que podrá demostrar esta actitud será en Vitoria a finales de abril, en la Copa de España Máster, a la que acudirá con el objetivo de sacarse el billete para el Campeonato de España Máster, que, precisamente, se celebrará en Pamplona, en el Navarra Arena.
Para finalizar, Hernández recalca la relevancia que ha tenido para ella Anaitasuna, un club que la ha ayudado mucho. «Me ha servido tanto para ofrecerme el espacio en el que seguir creciendo en el judo, como para apoyarme en todo lo que he necesitado. Mis entrenadores, por ejemplo, son algunas de las personas más importantes de mi vida. Estoy muy contenta con Anaitasuna».
Y en Anaitasuna, están felices con ella. Qué duda cabe, ya que ella constituye el mayor referente de la sección de Judo, en cuanto a títulos y logros obtenidos. «Así me lo hacen ver y la verdad es que así es como me siento. Pero cuando bajo a entrenar, soy una más», concluye.
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