‘Drácula’, el vampiro por antonomasia de una obra maestra con un terror invencible
Mónica Gutiérrez nos trae la reseña de una novela que mezcla elementos del más puro romanticismo gótico con otros propios de la época de su autor
La literatura vampírica no empezó con el Drácula de Bram Stoker, pero lo cierto es que ninguna de las obras referidas a estas subyugantes criaturas de la noche ha conseguido inspirar a tantos autores del género durante ya más de un siglo como el conde transilvano, creando el arquetipo y la base de la imagen que hoy tenemos del vampiro.
Si escuchamos el término «vampiro», probablemente lo primero que nos viene a la mente es el nombre de Drácula, que se ha convertido en el vampiro por antonomasia, y circula en el imaginario de la gente aun cuando tal vez jamás hayan leído la novela. Sin embargo, como consecuencia de haber sido tan retomado y nombrado en tantas obras literarias, cinematográficas y artísticas en general, la percepción que se tiene de él también se ha modificado en gran medida, y muchas veces incluso termina desgraciadamente siendo algo completamente distinto al personaje original del libro.
La novela formalmente está estructurada a base de fragmentos de diarios, cartas y recortes de periódicos, con un resultado deslumbrante. Su autor empleó siete años en preparar la que fue su obra maestra, un clásico no sólo de la literatura de terror, sino, por derecho propio, de la literatura inglesa y universal.
¿A qué se debe este enorme éxito, que ha convertido a Drácula en el clásico de terror referente, con permiso claro está del Frankenstein de Shelley?
Y es que este robusto autor irlandés logra crear en su novela un clima de terror invencible, mezclando elementos del más puro romanticismo gótico, anclado en los mitos que nos han acompañado siempre (un castillo onírico colgado entre riscos inaccesibles y envuelto en una densa niebla, los aullidos de los lobos, el horror atávico de las pobres gentes a su señor feudal), con otros muy propios de la época de su creador.
Recordemos que Drácula se publica por primera vez un 26 de mayo de 1897. Es decir, en plena Inglaterra victoriana, sociedad caracterizada por grandes diferencias sociales, conservadora y religiosa, cuyos valores eran el trabajo, el ahorro, la familia (con la mujer siempre en casa…) y el respeto a la fe. La castidad era una virtud y las mujeres sufrieron una brutal represión sexual, aparte de ser infravaloradas y consideradas responsables de todos los males sociales de la época. Todo ello se ve reflejado de forma nítida en la prosa de Stoker y en las páginas de la novela.
A pesar de esta visión tan limitada propia de la época, la lectura de Drácula merece dedicarle nuestro tiempo por múltiples razones. Para empezar, si bien todos conocemos al personaje por referencias de todo tipo, muchas son confusas y hacen que desconozcamos realmente las características físicas o la personalidad de este vampiro. Solo leyendo la novela nos podremos dar cuenta de lo que significa exactamente esta figura creada por Bram Stoker.
Otra razón es el mero hecho de disfrutar del talento narrativo de su autor. Drácula está escrita sobre todo como novela epistolar y esto le aporta un ritmo especial, además de entregarnos puntos de vista distintos de un mismo hecho, dejándonos ver así con más claridad la personalidad de cada uno de los personajes que aparecen a lo largo de la historia, cada uno más interesante que el anterior.
Otro de los puntos fuertes de la novela es su enorme simbolismo. Al leerla surgen cantidad de interpretaciones, desde las visiones más clásicas basadas en el terror gótico a las más modernas, con un hincapié especial en el tono erótico con el que cuentan algunas escenas, pasando por análisis menos conocidos o explorados, como entresacar de ella un posible discurso feminista.
Y, por supuesto, es un retrato excelente de su época. Drácula está situada en el siglo XIX, en un tiempo marcado por la alta moralidad que caracterizaba a la época victoriana, dándonos así una idea de lo fuerte que podía permear esto en el pensamiento de las personas y su manera de actuar no solo en lo religioso, sino también con respecto a la ciencia o a cuestiones más íntimas, como las relaciones sentimentales.
Drácula es una novela cuyo interés y calidad va más allá del género de terror, y es muy disfrutable por cualquier persona, aunque no sea seguidora de este tipo de literatura. Y si, como yo, disfrutas del terror con mayúsculas, conocer al verdadero conde no te defraudará. Sin duda su magnetismo, su sensualidad y su exotismo te harán rendirte a su poder de seducción.
Como dice el propio protagonista: “Entra libremente y por tu propia voluntad y deja parte de la felicidad que traes contigo”.
¿Te atreves?
Reseña escrita por Mónica Gutiérrez, bibliotecaria de Anaitasuna.
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